Poesia

miércoles, 4 de septiembre de 2013

Más allá de los bordes

Como surco,
desgarro de arado atardecido,
abrazo de llovizna, lágrima y semilla.
Tajos que unen
orillas distantes,
lecho profundo,
germen renovado,
y el mismo.
Dioses de un dios,
brotes del mismo tallo,
ponientes del mismo amanecer
Pablo Duran
Mutismo de la Roca

La idea de borde puede remitir a imágenes como extremo u orilla.
Y podremos pensar en una piscina; en una playa, borde entre arena y mar; en un acantilado. Puede ser lo extremo, o el comienzo o fin de algo; un límite, como en ingles se define frontera - “border”-. Límite entre el aquí y el más allá, entre lo normal y lo otro.

Puede también contener un surco en la tierra y hablar de lo fecundo. O bien puede remitir a corte, incisión o tajo; puerta de entrada que permita husmear en interiores; abertura desde donde asoma o simplemente brota aquello que puja que salir.Exploración diagnóstica o terapéutica.

Pueden ser bordes definidos, precisos, regulares, si algún instrumento específico intervino en su origen. Pero también pueden ser desgarros que abren ese interior y lo exponen, con menos suavidad en sus bordes, con más crudeza.

El pensar y la creación artística han sido muchas veces vistas como tajos. Es por allí por donde fluye el pensar, el sentir y vibrar, por donde sangra la vida. Una válvula de escape para el pensador, para el autor. Y también para el mundo.
Creer, sentir, vibrar; que necesita de lo material, de lo corporal, para desde allí dar el salto.Mezcla extraña, por la que creemos y creamos, somos salvados, rescatados, curados, en el cuerpo y desde el cuerpo.

“¿Y si el cuerpo no fuese el alma, que sería el alma?(1) Escribía Walt Whitman, “no tengáis miedo de mi cuerpo” (2).

Haré los poemas de la materia, porque creo que habrán de ser, los poemas más espirituales
haré los poemas de mi cuerpo y de la mortalidad,
Porque creo que entonces me proveeré de los poemas de mi alma y de la inmortalidad (3).

Whitman es un autor corporal; el cuerpo está fuerte y crudamente presente en su obra.No sólo por las expresiones y descripciones que utiliza, sino también por su profundidad.
Porque ha visto lo más duro, lo más absurdo de la guerra, manifestado en las heridas de quienes buscaba aliviar. Pero seguramente más que eso, por el conocimiento que alcanzó de sí mismo:

“Tierra, imagen mía,
Aunque pareces tan impasible, amplia y esférica
Sospecho ahora que eso no es todo
Sospecho ahora que hay algo en ti cruel, susceptible de estallar.” (4)

A juzgar por sus versos parecería haber experimentado la quietud, la relativa calma externa, con la fuerza interna que puja por salir.

“Oh flores de mi sangre! Os permito hablar a vuestro modo del corazón que está debajo de vosotras mismas
Oh, yo no sé qué queréis decir allí debajo de vosotras mismas, no sois la felicidad
Sois demasiado amargas, me quemáis y me atormentáis” (5)

Y eso que quema y arde según Whitman, puede fluir en arte, en verso, música, plástica…

Recientemente tuve el placer de recorrer la muestra de Adriana Varejao”Historias en los márgenes”, en el Malba: http://malba.org.ar/web/exposicion.php?id=141&subseccion=actuales.

Muchas de sus obras expresan un sentir similar al de Whitman, y aún más. Hay en Varejao una suerte de metafluir. Sus obras se abren como la erupción del arte, mostrando a través de incisiones, lenguas, colgajos, la obra interna o el interior de la obra, que busca fluir y salir.
Superficies, continuidades que se interrumpen, dejando la obra en carne viva.
Tajos que permiten ver hacia adentro de la obra, así como también dejar salir lo que estaba comprimido, contenido.
Si nuestra carne se abre espontanea, si estalla por la presión de lo que debe fluir, seguro que es doloroso y con desgarro. Dolor que se transforma en alivio al abrirse y drenar, y que termina siendo un camino a la curación.

Los bordes y tajos en las obras de Varejao impresionan de ese modo. Similar “relativa calma externa, con la fuerza interna que puja por salir” de la que hablaba Whitman.
Sus obras muestran diferentes tajos y bordes, que pueden tener orígenes o propósitos diversos. Desde aperturas espontáneas, como resultado de pulsiones internas, escisiones de bordes variados y lenguas o colgajos que dejan ver la carne fresca que palpita en el interior. Hay tajos terapéuticos, que dan como resultado la “Extirpación del diablo por incisión”; aunque no faltan otros tratamientos para extirpar el diablo -como la revulsión y la sobredosis- en sus obras. 


Adriana Varejão
Extirpação do Mal por Incisura, 1994
Óleo sobre tela e objetos
265 x 320 x 180 cm


Y finalmente la función exploratoria y diagnóstica de abrir tajos e incisiones, como es el caso de la exploración laparoscópica. Ese mundo interno, esa carne fresca, que busca salir de algún modo.

El arte nos permite eso, unir cuerpo y alma, y hacerlo tangible en formas, palabras, obras. Dejar fluir, exponer, extirpar demonios, curar, sanar o, en el peor de los casos, al menos aliviar.

Adriana Varejão
Azulejaria verde em carne viva, 2000
Óleo sobre tela e poliuretano em suporte de alumínio e madeira
220 x 270 x 90 cm


En este tiempo de lo virtual, de lo acelerado, donde a veces el cuerpo no está tan presente o donde puede ser modificado con un simple “photoshop”, lo que subyace y busca estallar como planteaba Whitman, puede llevar a decir a un adolescente “me agarró la tristeza un montón de veces… y muchas veces me corté”, o “me corté…  para liberarme de mi cuerpo ..”,. Algún adolescente ha dicho ante esas situaciones “Es una forma de huir de mis fantasmas y de mis sentimientos a través del dolor, escapo así de tanto dolor. Es simplemente una forma de desahogarse, 
Esos también son bordes, tanto los que causan esos tajos, como los que esos mismos tajos dejan.de gritar en silencio..."



Adriana Varejão
Tongue with winding pattern, 1998
oil on canvas and polyurethane on aluminum and wood support , 200 x 170 x 57 cm



¿Por cuántos y cuántas estamos habitados, casi siempre sin saberlo, sin ser conscientes?, Dioses y demonios, ángeles y condenados, hombres y mujeres comunes y hasta personajes etéreos; todos ellos y más nos habitan.
Y aceptarnos, ¿es aceptar a quién, a cuál de todos ellos? Seguramente alguno será el que prevalece, el que nos animamos a mostrar, a sacar a pasear. De vez en cuando convendrá que momentáneamente alguno tome la delantera y sea el que dejamos ver porque conviene para ese momento o circunstancia particular. Pero también habrá alguno o algunos de nuestros habitantes que preferimos esconder, ocultar, que nos avergüenza.
Podrá estar bajo llaves, cerraduras y guardias. Podremos tenerlo adormecido, encerrado, pero ¿será posible algún día extirparlo?
Tal vez no; pero tal vez  sea posible hacer algo con ello, con aquellos que nos habitan. Disfrazarlos, vestirlos; hacerlos poema, canción, obra.

Whitman se pregunta: ¡Oh mi yo! La pregunta triste que vuelve  -¿Qué de bueno hay en medio de estas cosas, oh mi yo, mi vida? (6)

Y dá como respuesta:
“Que estas aquí – que existen la vida y la identidad,
Que prosigue el poderoso drama, y que puedes contribuir con un verso”6



1. Whitman, Walt (2004). “Yo canto el cuerpo eléctrico”. Hojas de hierba, 178. Buenos Aires, Argentina. Ed. Colihue.
2. Whitman, Walt (2004). “Como Adán al amanecer”. Hojas de hierba, 199. Buenos Aires, Argentina. Ed. Colihue.
3. Whitman, Walt (2004). “Al partir de Paumanok(6)”. Hojas de hierba, 87. Buenos Aires, Argentina. Ed. Colihue.
4Whitman, Walt (2004). “Tierra, Imagen mía”. Hojas de hierba, 220. Buenos Aires, Argentina. Ed. Colihue.
5. Whitman, Walt (2004). “Herbaje perfumado de mi pecho”. Hojas de hierba, 201. Buenos Aires, Argentina. Ed. Colihue.
6. Whitman, Walt (2004). “¡Oh, mi yo! ¡Oh, vida!”. Hojas de hierba, 386. Buenos Aires, Argentina. Ed. Colihue.