Poesia

sábado, 23 de enero de 2016

"Un día de abril de 2013 visito el Museo Británico de Londres, donde tienen una réplica del Hombre León expuesta por un tiempo. Estar ahí contemplando la estatuilla y la mirada de esa cabeza de marfil supone para mi un momento extraordinario.
Me esta mirando, pienso. Y yo lo estoy mirando a él.
Sin saber de donde ha surgido la idea, de repente es como si lo reconociera."

Son palabras de Henning Mankell, cerrando el capitulo 10 -El hombre león- en Arenas movedizas (Tusquets Ed. Buenos Aires, 2015), su ultimo libro y relato en parte de su lucha contra el cáncer.

Fue grande mi sorpresa encontrar estas paginas luego de mi propia experiencia en el mismo Museo Británico.

Me esta leyendo, pienso. Y yo lo estoy leyendo a él.
Sin saber de donde ha surgido la idea, de repente es como si lo reconociera.

viernes, 15 de enero de 2016

La ontogenia recapitula la filogenia
Pablo Durán

"El calentamiento del Guayacan bebido
por largo tiempo cura la llaga
de los pulmones, mejor que otro remedio
alguno". Pedro de Montenegro.
Materia Medica Misionera. 1710
Listar, clasificar, coleccionar. ¡Cuánto tiempo y esfuerzo, pero también cuánta riqueza encierran! Ya sea como individuos o como sociedad, tanto en el orden cotidiano como en el desarrollo técnico y científico, es casi imposible que alguien pueda escaparles. ¿O acaso, cada uno de nosotros, consciente o inconscientemente no va por la vida intentando ubicar cosas, personas y aun ubicarse en una lista o una clasificación?
Desde tornillos, seres vivos, caracteres y hasta los días. Para todos ellos y más, existen listas y clasificaciones que podrían llegar a ser interminables. Fisher, Parker, artrópodos, paseriformes, neuróticos, nublados o feriados. Y hasta en forma combinada podríamos tener las combinaciones de ellos como por ejemplo indígena-caníbal-Viernes.
La lista de las compras o de las cosas a llevar de viaje; la de tareas del día; el ordenamiento de cubos a cilindros de menor a mayor que hace un niño. De simples listas a niveles más complejos, que puede estar en los mecanismos o en la clasificación que sustenta el ordenamiento.

Ordenar cubos o cilindros de menor a mayor, coleccionar estampillas, insectos o postales. Recuerdo mis cajas de cartón que con cuidado revestía con fieltro de colores (generalmente verde o azul) en las que exhibía mis apreciadas colecciones de caracoles, piedras con impregnaciones vegetales, vertebras de diferentes especies animales. Perfectamente listadas, clasificadas y expuestas.
Naturaleza, cultura, vida humana y social estaban allí plasmadas, como trofeos inertes en apariencia. Sin vida desde un sentido estricto, pero condensando años y hasta siglos. No porque se tratara de piezas preciadas, de verdaderas antigüedades, sino por lo que subyace en las clasificaciones y colecciones, cualquiera sea. Lo que hay detrás de ellas no es solo tiempo, que pueda medirse mediante técnicas de datación a partir de Carbono radioactivo.

Hace unos días tuve el placer de recorrer el Museo Británico. No sé por qué extraña razón pero fue la sala 1 la última en la que ingresé. Es la sala destinada al periodo, o más bien al espíritu de La Ilustración. Estantes, del piso al techo, que en su momento pertenecieron al Rey Jorge III, aunque sus libros ya no están allí sino en la Biblioteca Británica en St Pancras, rodean el largo salón rectangular. Actualmente los estantes están repletos de objetos, libros o artefactos de lo más variados. Pero el resumen de la sala, en definitiva del periodo y de su espíritu se encuentran en el centro. Dieciséis vitrinas en torno a siete ejes temáticos: 1) el mundo natural; 2) el nacimiento de la arqueología; 3) arte y civilización; 4) clasificando el mundo.; 5) escrituras antiguas; 6) elementos religiosos y rituales; 7) viajeros y exploradores.
Fósiles con sellos vegetales o animales, monedas o artefactos de épocas antiguas, prendedores, aros o elementos decorativos de civilizaciones antiguas, láminas clasificatorios de especies varias a partir de los trabajos de Linneo, (jeroglíficos o escritos en sanscrito o cuneiforme. No es tanto el contenido en sí mismo; no es relevante el sistema de clasificación sexual de las flores de Linneo, una moneda o un brazalete provenientes del imperio Romano.

Un museo dentro de un museo; muestras pequeñas de mucho que se encontraba en otras salas. La diferencia en este caso es la lógica. No era La Civilización X o el Periodo Y la que subyace en esta sala.
Es la luz de la razón o la razón que ilumina nuestras vidas; aquella que ha permitido buscar, explorar, descubrir, clasificar. La que ordena y ubica y da sustento a tal o cual clasificación. “Un tiempo en el que la gente, incluyendo a los coleccionistas que crearon el Museo Británico, utilizaron la razón y la observación de primera mano del mundo a su alrededor para entenderlo de nuevas formas”, según explica el folleto descriptivo de la sala.
La razón humana dando luz, orden, limites. Pero al mismo tiempo nuevas formas de entender al mundo.
Luz que permitió abrir los ojos e iniciar un camino que dejara atrás la superstición, la ignorancia y hasta la tiranía, desembocando en el reconocimiento de las libertades (aunque no siempre ha sido así).
Luz y razón que se posaron sobre la sociedad, la economía y la política, así como en la estética.

La belleza de una ilustración de Georg Dyonysius Ehret, quien colaboró con Linneo en plasmar imágenes de floras de todo el mundo, nos inhibe claramente de poner un límite entre ciencia y arte. Valor científico, estético y en algunos casos hasta social (así podríamos considerar a las ilustraciones publicaciones del tipo “Materia Medica Misionera, de Pedro de Montenegro, que aunque algo posterior en el tiempo, plasma el espíritu explorador, la estética y el lugar social por su contribución a la farmacopea.
Puede ser difícil, aunque excedería en profundidad a estas líneas, pensar que existe un límite entre lo artístico y lo científico, así como con cualquier otro recorte de la realidad.

”Las transiciones entre el arte y la esfera extra artística e incluso la extra estética, son tan poco claras y su averiguación es tan compleja que una demarcación precisa es ilusoria” (Mukarovsky J. Función, norma y valor estéticos como hechos sociales. El cuenco de Plata Ed. Buenos Aires, 2011)

¿Pero sí es más claro el límite en las clasificaciones? Obviamente no sería el caso entre artrópodos o mamíferos. O sí, dependiendo del criterio que utilicemos para la clasificación. En algún caso podrían diferir desde un criterio y ser próximos por otro.
¿Sobre qué criterios sustentamos los limites que demarcan las clasificaciones? A simple vista las clasificaciones se presentan claras en su demarcación, pero muchas veces antojadizas o al menos con ciertas ambigüedades.
Ambigüedades, redundancias y deficiencias que Borges, al referirse a John Wilkins y sus proyectos, le recuerdan a las que el doctor Franz Kuhn atribuye a una enciclopedia que divide a los animales en: “a) pertenecientes al emperador, b) embalsamados, c) amaestrados, d) lechones, e) sirenas, f) fabulosos, g) perros sueltos, h) incluidos en esta clasificación, i) que se agitan como locos, j) innumerables, k) dibujados con un pincel finísimo de pelo de camello, l) etcétera, m) que acaban de romper el jarrón, n) que de lejos parecen moscas”. (Borges JL. El Idioma analítico de John Wilkins. Otras inquisiciones. Obras Completas. Emece. Buenos Aires, 2006)

Durante mi preparación para el ingreso a la universidad, hubo una frase que me impactó y me quedó grabada:” La ontogenia recapitula la filogenia”. Núcleo de la teoría de la recapitulación. Si bien las postulaciones iniciales corresponden al periodo de la Ilustración, con John Hunter y Carl Friedrich Kielmeyer, su formulación y sistematización se dio con Ernst Haeckel en el Siglo XIX. Pero esto no es lo importante. Lo central es que lo que plantea la teoría es que la ontogenia, o el desarrollo de los individuos orgánicos, es una breve y rápida recapitulación de la filogenia, o el desarrollo del grupo orgánico (phylum) al que pertenece. Claro que la teoría ha quedado superada, pero no deja de tener aristas interesantes.
Somos parte del universo, y somos parte de un reino, un phylum, una clase, un orden, una familia, genero y especie. Categorías taxonómicas planteadas por Linneo, que si bien se ha mejorado en su definición, nos permiten ubicarnos y ubicar otros seres en ellas. Pero el universo también se resignifica en nosotros.

Entonces, volví a pensar en la Sala 1 del museo Británico, en sus ejes temáticos centrales, en que los limites son muchas veces arbitrarios y en que la ontogenia recapitula la filogenia. Y el límite entre mi historia y el museo no pareció tan lejano o arbitrario. ¿Será que en nuestro recorrido intentamos recapitular el camino de la humanidad? ¿Y si en parte construimos en nuestro andar una colección de objetos e iconos vinculados a la vida cotidiana, al trabajo; belleza; preparación para la muerte y tránsito hacia otros mundos? Recapitulando vasijas, instrumentos para la agricultura, la caza, la exploración; combates, guerras y conquistas; elementos de belleza como el brazalete del Imperio Romano; preparación para la muerte, entre ídolos y ofrendas, o sarcófagos o urnas para el tránsito hacia otros mundos que la humanidad ha acumulado y los representantes de la Ilustración han clasificado y conservado en museos.

Creo que podemos ser museo, casa de Musas; y recorrernos y encontrarnos con utensilios antiguos, herramientas para la vida, ídolos y dioses, rituales, y también ámbitos de encuentro social y hasta de preparación para el tránsito hacia otro mundo. Tal vez con clasificaciones no tan rígidas, más arbitrarias.